La doctora Carmen Gómez Candela, jefa de la Unidad de Nutrición Clínica y Dietética del Hospital Universitario la Paz, de Madrid, habla del tratamiento dietético de los trastornos alimentarios.
Cuando los padres de un niño o adolescente detectan que puede estar sufriendo algún trastorno del comportamiento alimentario, ¿qué suelen hacer primero, acudir a la unidad de nutrición, a su médico de familia…?
Normalmente les es más fácil acudir a nutrición que a psiquiatría, o sea que normalmente hay una alerta más de salud y de pérdida de peso, y de alguna manera los afectados piensan que se les va a dar una dieta perfecta y no son tan reticentes a acudir como cuando se les manda a psiquiatría.
¿Qué signos o señales suelen alertar a los padres de que su hijo tiene un problema de este tipo?
Esta es una enfermedad sobre todo típica de adolescentes, y los signos más evidentes son la pérdida de peso y la pérdida de la regla (en el caso de las chicas). Cuando pierden la menstruación y pierden peso, generalmente acompañado de un cambio en el carácter y en la forma de comportarse. Muchas veces, de hecho, en el tema de la alimentación puede que las madres tarden en darse cuenta porque igual comen cuando les ven, otras veces vomitan, si comen fuera de casa se saltan las comidas…, es decir, que la pérdida de peso, la falta de menstruación, y el cambio de carácter, suelen ser los signos más habituales para empezar.
Sin embargo, aunque se den cuenta, los padres no pueden obligar a comer a sus hijos, y menos a ciertas edades, ¿qué deben hacer si se encuentran con este problema?
La clave está en conseguir que se reconozca que existe una enfermedad. Hay un periodo de tiempo hasta que se consigue, que a veces es corto, y otras es muy largo; pero lo fundamental es que el afectado reconozca que esa enfermedad existe. Eso es lo duro y lo auténticamente difícil, y a veces lleva poco tiempo y otras mucho tiempo, pero tenemos que conseguirlo como sea. En estos casos suele ocurrir que al principio los padres llevan a su hijo obligado, montan el show en la consulta…, hasta que finalmente vamos haciéndonos con ellos. Pero es que entre los criterios diagnósticos de esta enfermedad está precisamente el rechazo a reconocer que existe el problema.
¿Y en qué consiste el tratamiento dietético una vez que se ha conseguido que el paciente admita el trastorno alimentario?
“Hay que trabajar con el paciente la idea de que no está a dieta, que vamos a enseñarle a comer de forma saludable y equilibrada, que va a ver cómo eso se va a acompañar de estar más sano, y que además vamos a pactar con él un peso adecuado”
El tratamiento dietético nosotros lo basamos en educar para comer y no hacer dieta. Cuando son muy pequeños a veces no nos queda más remedio que pautar unas medidas dietéticas para ofrecérselas a la madre, pero el objetivo es sacar al paciente de la idea de la dieta, porque la dieta es el desencadenante del problema y cuanto más tiempo están metidos en el concepto dieta, más enganchados están a la enfermedad. Luego lo fundamental es trabajar la idea de que no están a dieta y de que vamos a enseñarles a comer de forma saludable y equilibrada, y van a poder ver cómo eso se va a acompañar de estar más sanos, y además vamos a pactar con ellos un peso adecuado.
Y a pesar de huir del concepto dieta, ¿se establecen unos menús aconsejados para cada caso?
No, eso no lo hacemos nunca. Ya te digo que en el caso de los más pequeños, por ejemplo en el Hospital del Niño Jesús, pues no les queda más remedio que hacerlo, pero en realidad no es para los niños, sino para orientar a sus madres. Nosotros, que tenemos pacientes desde los 14 años, lo que hacemos es dirigirles para que vayan ellos implicándose en el proceso. Lo que sí hacemos es que hasta que no mejoran no están capacitados ni para comprar, ni para cocinar, ni para servir la comida; tienen que dejarse hacer.
¿Se han producido avances significativos en el abordaje de los trastornos alimentarios, o se siguen utilizando los mismos sistemas?
La verdad es que grandes avances no ha habido. Hemos aprendido a hacer las cosas de diferentes maneras, pero no hay ninguna solución mágica, no hay un fármaco que pueda solucionar este problema, porque es un problema de comportamiento que afecta a muchísimas esferas, tiene mucha repercusión física. Lo que hemos aprendido es a diagnosticar muy precozmente, cada vez nos llegan los casos antes. Hemos implicado mucho a los médicos de familia, a muchos colectivos de profesionales, los propios ginecólogos que cuando ven a una joven que se queda sin la regla y está en programa de pérdida de peso saben que hay un peligro…, toda la conciencia social y sanitaria generadas han sido muy útiles porque los pacientes llegan antes y llegan menos graves. Los resultados que tenemos ahora son mucho mejores, pero seguramente es por este motivo, porque se diagnostica antes el trastorno, porque las estrategias que tenemos son semejantes a las de antes. Hemos evolucionado, y quizá sabemos cómo hacerlo mejor, pero no hay ninguna solución mágica, sobre todo en un contexto social donde, a pesar de todo, la ideología no ha cambiado, y las chicas siguen estando sometidas a una imagen de perfección asociada a la delgadez extrema.
Sí, precisamente en la publicidad, las películas y los medios de comunicación siempre aparecen personas delgadas como símbolo de belleza y requisito imprescindible para alcanzar el éxito y la felicidad. ¿Se está haciendo algo, en los colegios por ejemplo, para tratar de contrarrestar estos mensajes?
En los colegios la nutrición es una asignatura que se va adoptando como un concepto horizontal; es decir, que se puede abordar desde muchos aspectos en distintas asignaturas, y creo que también, aunque no esté especialmente reglado, sí forma parte de la educación, y los profesores también han aprendido a entender que hay chicos que están teniendo problemas, y se preocupan de que la familia consiga darse cuenta y consulte a profesionales. Hemos hecho muchas actividades en el pasado en los institutos sobre todo, o sea que los profesores también son importantes.
Cuando se habla de trastornos alimentarios se piensa siempre en mujeres, pero también afecta a los hombres ¿cuáles son las principales diferencias entre los pacientes masculinos y femeninos en cuanto a las manifestaciones de estas patologías?
Es cierto que en el caso de los varones no se piensa en ello, porque cuando ves a un chico delgado no se te ocurre pensar que es un anoréxico, mientras que si ves a una chica delgada sí. Además, sigue siendo masivamente –en una proporción de 9 a 1– una enfermedad típica de mujeres. En los hombres hay otros cuadros diferentes, y no se comportan exactamente igual. Muchos de ellos empiezan preocupados por la masa muscular, acudiendo a gimnasios…, y se encuentran siempre con un montón de mensajes confusos y con ideas muy absurdas que también hacen que se metan en el problema.
Algunos niños tienen una excesiva preocupación por lo que comen desde muy pequeños, y discriminan ciertos alimentos porque no los consideran saludables, ¿puede esto propiciar que desarrollen un trastorno alimentario más adelante?
“Detrás de los trastornos alimentarios hay una vulnerabilidad muy grande, y un perfil de mujer muy autoexigente consigo misma, y que siente que no da la talla”
Quizás sí hay familias que también están un poco obsesionadas y persiguen a sus hijos para que no coman ciertas cosas…, no es un tema fácil. Y por ejemplo la publicidad de ciertos alimentos en horario infantil está regulada para que no se estén anunciando continuamente ciertos productos a los críos. Así, mientras que hay familias que no cuidan nada estos aspectos, hay otras que son excesivamente cuidadosas, y tanto una actitud como la otra pueden resultar perjudiciales. Lo ideal es que en las familias haya hábitos saludables y, cuando eso sucede, las posibilidades de sufrir un trastorno alimentario disminuyen mucho. Sin embargo, hay muchas familias que no cenan, y en las que los chicos a veces se pierden, no saben cómo hacer, abren la nevera y cogen cualquier cosa… En el otro extremo nos encontramos con madres muy preocupadas, que incluso tuvieron algún devaneo con los trastornos alimentarios cuando eran jóvenes, y que ahora se centran mucho en la alimentación de sus hijas. Hay muchos factores implicados, pero en esencia lo que hay es una vulnerabilidad muy grande, fundamentalmente en las mujeres, y un perfil de mujer muy autoexigente consigo misma, que siente que no da la talla de muchas maneras, algo que nos viene pasando a las mujeres a lo largo de nuestra historia.
Hay entonces un perfil muy definido del tipo de paciente propenso a sufrir un trastorno alimentario…
Sí, es el de una persona con un nivel de autoexigencia muy elevado. Además, aunque hablamos en genérico, hay varios trastornos distintos, y la anorexia nerviosa no tiene nada que ver con la bulimia, por ejemplo. La bulimia se da en chicas más mayores, que finalmente lo que hacen es que descontrolan, se dan atracones, y después utilizan medidas compensatorias. Es otro perfil psicológico diferente, donde lo que les cuesta es ejercer el control. Digamos que en anorexia hay un exceso de control, y en la bulimia una pérdida de control.
¿Qué mensaje les daría a las personas afectadas por estos trastornos y a sus familiares y allegados?
“Cuando se diagnostica un trastorno alimentario la gente vive una gran desesperanza, y a mí me gustaría transmitir un mensaje positivo, y decirles que ahora se detectan antes y la mayoría de los casos van a ir bien y se van a curar”
Cuando se hace un diagnóstico la gente vive una gran desesperanza, y a mí me gustaría transmitir un mensaje positivo, y decirles que ahora estos trastornos se diagnostican antes, y que la mayoría van a ir bien, y se van a curar. La idea de enfermedad terrible que mucha gente tiene…, la verdad es que cuando se fracasa es muy trágico, pero insisto en que la mayoría de los pacientes se van a curar al cien por cien, o van a encontrarse con una normalidad razonable. Y son muy poquitos los casos que se consideran, no crónicos, sino resistentes al tratamiento; es decir, que se quedan enganchados a la enfermedad y no salen de ella. Pero eso no es habitual, es la excepción, y no llega ni al 20% de los casos de anorexia. Lo fundamental es que incluso en los casos más difíciles el tratamiento continúe, porque así garantizamos al paciente unos mínimos de salud, que su vida pueda tener sentido, que tenga una calidad de vida razonable…, y por eso siempre hay que continuar el tratamiento.
Fuente: web consultas

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