A nadie le amarga un dulce… ¿o sí? El azúcar genera adicción, tanta como el alcohol o el tabaco. Esta es la impactante conclusión de un estudio británico liderado por un equipo de expertos de la «Action on Sugar», que revela que el azúcar es la «droga» del siglo XXI e insta a la industria alimentaria a reducir el 30% de su contenido en los alimentos. De este modo, se disminuiría el aporte calórico que ingieren los consumidores, cada vez con más problemas de peso y de diabetes.

Con esta campaña pretenden que se reduzca la publicidad en bebidas azucaradas y snacks para los niños, ya que, según ellos, este ingrediente se ha convertido en «el alcohol de la infancia». Y es en esta edad precisamente en la que es más importante que los niños lleven hábitos alimenticios saludables, pese a estar expuestos a todo tipo de bollería y de comida rápida.

No obstante, nos equivocamos al pensar que lo hipercalórico se encuentra solo en refrescos, hamburguesas, pizzas o palmeras de chocolate. Sorprendentemente tomamos alimentos que pueden parecer saludables, cuyo sabor no se caracteriza por ser demasiado dulce y aunque el consumo habitual de cantidades excesivas de azúcar puede resultar muy perjudicial.

Añadir edulcorantes a productos que, a priori, no lo necesitarían parece ser una práctica habitual en el sector alimentario. Así lo corrobora Bittor Rodríguez, dietista, nutricionista y profesor de la Universidad del País Vasco, que señala que el azúcar -la glucosa y la sacarosa-, los jarabes y los edulcorantes como la sacarina y el aspartamo «se usan ampliamente en la industria, ya que tiene muchos usos además del de dar sabor dulce».

Entre estos está el de reducir la acidez en los yogures aunque sean sin grasa, conservar las frutas en el caso del almíbar, evitar que se formen cristales en los helados y que así resulten más cremosos e incluso sirve para dar color a la corteza de algunos alimentos. «Otras veces el azúcar añadido en el procesado se transforma, como ocurre en la fermentación del pan, con lo que el contenido final variará», explica Bittor Rodríguez.

Lo cierto es que hay productos cuyo equilibro de sabores necesitan de un toque dulce, como en el caso de las comidas preparadas y las salsas. Tal y como explica el especialista en Biotecnología y Tecnología de Alimentos de la Universidad de Valencia, José Vicente Gil, el caso caso más claro es el del ketchup que puede tener más de 20g por 100g de producto y el tomate frito, que contiene alrededor 8 g por cada 100. «Esto es algo que mucha gente no sabe ni se imagina», advierte

Y en esta línea, nos encontramos con los cereales de desayuno, que en España contienen un alto contenido de edulcorante a diferencia de en otros países como los nórdicos. En concreto, aportan entre 6,5 y 12,2 gramos por ración. «En este caso el azúcar añadido se usa para vender más, en un intento por agradar a los paladares de los consumidores, y está relacionado, al menos en algunos casos, con los gustos que se han establecido en un determinado país», comenta el profesor Gil.

Otros cereales «salados» como el maíz también contienen una cantidad de edulcorante fuera de lo normal ya que en solo una lata pequeña podemos encontrar de dos a tres terrones de azúcar añadido. Y lo mismo ocurre con los postres para bebés o las mermeladas «ligeras», en las que no deberían añadirse jarabes porque la propia fruta ya aporta el azúcar y el dulzor suficiente.

El pan nuestro de cada día también lleva azúcares agregados, sobre todo en el pan de molde en cuya composición se añaden 3 gramos, aunque lo realmente escandaloso es que en algunos yogures 0% grasa de 150 gramos podemos encontrar hasta 20 gramos de azúcar, tal y como revelan los informes de «Action on sugar»

Teniendo en cuenta que la cantidad de azúcar añadida recomendada al día para las mujeres es de 50 gramos y para los hombres de 70 gramos, estos alimentos superan con creces el 10% del aporte diario energético que necesita nuestro organismo, según datos de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria.

Sin embargo, en algunas ocasiones no somos conscientes de cuánto azúcar estamos tomando ya que, como explica la OCU, no es obligatorio indicar las cantidades en las etiquetas nutricionales y, cuando las incluye, no distingue entre azúcares naturales -propios de los alimentos-y los añadidos.

En este sentido, varios estudios demuestran una relación entre el abuso del azúcar y las enfermedades cardiovasculares, además de la obesidad, el síndrome metabólico y la diabetes tipo 2. Esta última es considerada una de las epidemias del mundo desarrollado porque afecta al 14% de los españoles en edad adulta, según la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición. «Uno de los culpables de esto es, sin duda, el abuso en el consumo de azúcares refinados ya que suben la glucemia muy rápido pero nutricionamente son poco valiosos», advierte José Vicente Gil.

¿Por qué nos gusta tanto el azúcar?

Desde pequeños los postres de supermercado, las posteriores chucherías y más tarde los dulces de repostería nos generan sensaciones agradables al gusto que nos incitan a repetir y querer más.

Equiparando el tabaco al azúcar la pregunta surge espontánea: ¿por qué nos gusta tanto? La respuesta a esta cuestión la ofrece una investigación dirigida por el Centro Monell de Filadelfia, que establece que por la lengua tenemos muchas más vías para reconocer el sabor dulce puesto que las pupilas gustativas tienen muchos más sensores del azúcar de los que previamente se conocía.

Asimismo, los científicos de Monell descubrieron que los detectores del azúcar que se encuentran en el intestino y en el páncreas -claves para regular los niveles de glucosa en sangre- también están presentes en las papilas gustativas. Culpables, en parte, de nuestra adicción a los dulces.

 
Fuente: diario ABC Salud (Irene Gómez Peña)

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