Comer en el colegio
La pandemia, en especial el confinamiento estricto de marzo de 2020, ha influido y continúa influyendo en muchas cosas. La forma en relacionarse con el hogar ha cambiado: tienen más importancia las flores, los rincones acogedores, los espacios para el teletrabajo o las videollamadas o el color de las paredes. Han sido meses de pequeñas -o grandes- reformas en el hogar, de desear sentirnos más a gusto en nuestros espacios. El hogar como refugio y espacio de bienestar es uno de los ganadores de esta crisis en la que todos hemos perdido.
Las compañías de restauración colectiva han trabajado intensamente para mantener los servicios con las cautelas y garantías adecuadas. Con propuestas de menú para el confinamiento con claves muy interesantes: equilibrio nutricional, precio asequible y facilidad para la provisión de materias primas fueron los principales. Estas pautas fueron muy bien acogidas, porque no todas los hogares actuales se enfrentan habitualmente a la necesidad de comer y cenar en casa y en familia: ¿qué comprar, qué comer, cómo planificar?
Los colegios que han mantenido el servicio de comedor han proporcionado a sus usuarios y usuarias dietas elaboradas con el rigor nutricional y la calidad habituales. Los niños y niñas que han elegido comer en sus hogares normalmente no han tenido acceso a una comida tan variada y equilibrada. Desde ese punto de vista, comer en el centro educativo se ha evidenciado como la mejor opción, porque en estos tiempos de fuertes dificultades para conciliar, al contar con el comedor escolar se externaliza con garantía la importante responsabilidad de dar de comer a la familia.
Las Naciones Unidas, en el estudio «State of School Feeding Worldwide 2020″ dice: «The most immediate priority is to help countries re-establish effective school feeding programmes. How can we accelerate global efforts to safely reopen the schools closed in response to the COVID-19 pandemic and at least return to the situation as it was at the beginning of 2020?»
Ese retorno a los colegios es también el retorno al almuerzo en el colegio, y eso es conveniente por muchas razones, entre ellas -y no la menor- que esa comida variada y equilibrada es esencial para muchos niños y niñas en situación de precariedad, y a veces la única que tienen durante la jornada. Esa función social es muy importante para las empresas que dan de comer a colectividades y las hace todavía más esenciales.
Comer en el colegio es la mejor decisión para que niños y niñas se alimenten con calidad mientras adquieren hábitos de comportamiento y socialización. El retorno al horario de mañana y tarde, que aumentará el uso de los servicios de comedor, no es sólo una buena noticia para el sector, que desde luego ha sentido y mucho la crisis pandémica, sino que representa para muchos chicos y chicas el retorno a una normalidad alimentaria que, analizada desde cualquier punto de vista, es un hecho extraordinario.
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