El sorbete es un postre helado ideal para los meses de calor. Se elabora de forma muy sencilla, con unos ingredientes básicos: almíbar de azúcar y un zumo o puré de frutas. También se le puede añadir clara de huevo para aumentar su volumen. Sirope, miel o un licor o cava, adecuado a su sabor, pueden completar esta lista. La mezcla se congela a una temperatura no inferior a -20ºC y se bate cada media hora, para que cuaje y adquiera la densidad o dureza adecuada , evitando así que se forme hielo en la superficie.
El sorbete no contiene yema de huevo. Su textura, a diferencia del helado, es menos firme y cremosa, más líquida.
Es un postre idóneo para los meses de verano y también se puede tomar entre dos platos de una comida de cierta entidad. Los sorbetes son los helados que tienen menos grasas y, por tanto, menos calorías. Además, facilita el consumo de frutas.
Sin duda, los sorbetes fueron los primeros helados. Algunos sostienen que se originaron en la antigua Mesopotamia, hace 4000 años, utilizándose la nieve de las montañas para enfriar los zumos de frutos con miel. Posteriormente, en la corte de Alejandro Magno se enterraban ánforas en la nieve que contenían frutas mezcladas con miel. En la antigua Roma, que extendió por todo el Imperio su consumo, se utilizaba la nieve de las montañas, acarreada en verano a las ciudades por las noches, para la elaboración de este helado.
En 1660, el italiano Procopio inventó una máquina para fabricar helados que homogeneizaba las frutas, el azúcar y el hielo. El resultado final era una deliciosa crema helada. Aunque los heladeros italianos procuraron guardar celosamente el secreto de su elaboración, su consumo comenzó a popularizarse por toda Europa, incluyéndose ya en libros de recetas en el siglo XVIII.
 
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