Pablo Pérez Martínez, especialista en Medicina Interna del Hospital Reina Sofía de Córdoba defiende la dieta como llave para mantener una buena salud. Forma parte de ese grupo cada vez más numeroso de médicos que combina la consulta del hospital con el trabajo en el laboratorio como fórmula para que los avances lleguen con rapidez a los enfermos. Su labor discurre entre el Hospital Reina Sofía y el Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (IMIBIC). Allí ha puesto en marcha un proyecto que tiene como objetivo potenciar la salud intelectual de los mayores con mejoras nutricionales. Sus investigaciones en este campo le han merecido el primer premio que la Fundación Jesús Serra dirige a científicos de hasta 45 años especializados en nutrición, alimentación y salud.

-¿Bastaría con comer bien para prevenir el deterioro cognitivo?
-La alimentación es la herramienta más poderosa que tenemos para prevenir y retrasar las complicaciones asociadas a las enfermedades crónicas. Nuestro ensayo clínico quiere demostrar que personas de más de 65 años pueden mejorar su memoria con una dieta saludable con aceite de oliva virgen extra como base y potenciada con un preparado de probióticos. Utilizamos un compuesto que está en el mercado y ha sido testado, pero que no se utiliza para esta indicación. Contaremos con 60 voluntarios que probarán tres dietas distintas en momentos diferentes. Los resultados los tendremos dentro de dos años.
-Debe ser difícil evaluar los resultados, ¿cómo se comprueba si la dieta funciona?
-Recurrimos a técnicas de neuroimagen, psiconeurología y genómica. Son técnicas que se utilizan en la práctica clínica. Medimos la mejora de la actividad metabólica neuronal. Queremos demostrar que los microbios intestinales pueden actuar sobre el sistema nervioso produciendo ciertas sustancias saludables. Si el resultado es positivo bastaría con enriquecer una dieta saludable con bacterias intestinales para retrasar el alzhéimer. Al menos, nos permitiría alargar ese periodo inicial de la enfermedad en el que aún no es muy limitante para el paciente.
-Uno de los problemas de las investigaciones en Nutrición es que es difícil garantizar que los participantes siguen las indicaciones y no mienten sobre lo que realmente comen.
-Sí, es cierto. Nosotros tenemos experiencia con este tipo de ensayos y sabemos que para favorecer la adherencia debemos proporcionar los alimentos durante la intervención. A nuestros voluntarios les damos una cantidad suficiente de aceite de oliva virgen extra para ellos y para toda su familia. Es la única manera de asegurarnos que todo lo que se cocina en casa se hará con la grasa de mayor calidad. Les vigilamos también con análisis de orina y sangre. Hay marcadores que nos transmiten el reflejo de lo que ocurre en la realidad.
-¿Les permiten beber vino o cerveza?
-Solo a los que ya lo tienen incorporado a su alimentación habitual. El alcohol mata neuronas, pero también sabemos que el consumo moderado de alcohol forma parte de la dieta mediterránea. Es un tema controvertido, sin duda. En nuestro estudio no lo prohibimos.
-Si comparamos los beneficios que aporta una copa de vino con los que proporciona el aceite de oliva, ¿qué sale ganando?
-Evidentemente, el aceite de oliva. No solo es una grasa saludable, también posee los antioxidantes saludables del vino. No hay alcohol, nada negativo.
-En un país mediterráneo como el nuestro, ¿cuál es el mayor error de alimentación?
-Uno importante es que no conocemos los nutrientes ocultos de los alimentos. Asumimos que lo que compramos en el supermercado son alimentos sanos. Pongo siempre como ejemplo el zumo de tetrabrik. Asumimos que es sano porque es un zumo, cuando esconde azúcares y sales muy dañinas. La costumbre de algunos padres de dar a sus hijos un «donut» u otra bollería industrial con un zumo artificial es de las peores costumbres que podemos inculcar a nuestros niños. Como darles patatas fritas y otros snacks de bolsa, repletos de grasas trans, sales y azúcares. Es lo peor que podemos darle a un niño. Otro de nuestros grandes problemas es la falta de cultura nutricional. Todo el mundo sabe que el aceite de oliva es bueno, pero muy pocos saben por qué lo es y por qué un aceite de oliva virgen extra es un alimento único por sus propiedades saludables.
-Quizá falle el mensaje. En general, se habla de los beneficios saludables del aceite de oliva y se da por válido que cualquiera es igual de beneficioso
-Sin duda, falta información de la industria, la administración y de los propios medios. Gastar más dinero en este tipo de aceite es una inversión en salud. Su consumo disminuye el riesgo de diabetes, obesidad, la inflamación de las arterias, el deterioro cognitivo… Es un tesoro de nuestra cultura del que se habla mucho y se conoce poco.
-La flora intestinal acapara el foco científico. ¿Es más que una moda?
-Hasta ahora ha sido muy difícil estudiar la microbiota. Cada vez la conocemos mejor. Sabemos cómo está compuesta y el siguiente paso será averiguar cómo funciona. Queremos saber cómo modificarla, bien con probióticos, ejercicio físico o con dieta. Se está invirtiendo mucho en este área porque podemos actuar en las enfermedades crónicas más prevalentes en la población.
Nuria Ramírez de Castro
 
Fuente: ABC. Sociedad
Fotografía: Valerio Merino
https://www.abc.es/sociedad

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