Este delicioso plato, que muchas veces nos ha sacado de un apuro a la hora del postre, está elaborado con trozos de fruta (cortada en juliana, rodajas, cuartos…) que se cuecen con un almíbar hasta que espesa. Con esta técnica se alarga la conservación de las frutas durante un largo periodo. El azúcar a altas temperaturas evita el deterioro de la fruta, ya que retiene el agua, y desempeña un papel antiséptico.
La palabra almíbar procede del árabe almaiba, que era un jarabe elaborado con membrillo. Fueron los árabes quienes descubrieron la forma de alargar la vida de las frutas estacionales, mezclándolas con agua y azúcar y espesando todo ello a fuego lento. Su larga conservación permitía consumirlos en periodos de escasez.
Elaboración
Es importante en la elaboración de frutas en almíbar que estén maduras, previamente peladas y sin semillas. Asimismo, deben ser resistentes para soportar la cocción y no deshacerse. Se añadirá para la cocción jarabe de cobertura, compuesto de azúcar, refinada, y agua. La consistencia que alcance el almíbar dependerá de la saturación de azúcar en el agua y el tiempo de cocción.
La textura suave y el sabor dulce de esta fruta permite utilizarla también tanto en recetas dulces como saladas (melocotones al vino, castañas en almíbar, la tradicional piña en almíbar…). Además de conservar frutas, el almíbar tiene múltiples usos en la gastronomía: elaboración de caramelos, pasteles y postres (tocino de cielo, sorbetes, fondants…).
Beneficios nutricionales
La fruta nos aporta equilibrio y salud y se puede consumir de múltiples formas. Una de ellas es en almíbar, que nos permite comer fruta fuera de temporada. Aunque no se puede considerar un sustituto de la fruta fresca, es más saludable que otros postres dulces.
La fruta en almíbar, respecto a la fresca, eleva la cantidad de hidratos, por los azúcares, y, por tanto, nos aporta más calorías. Sin embargo, la fibra desaparece por la cocción, reduciendo su densidad nutritiva .Vitaminas y otros minerales de las frutas también disminuyen, excepto el sodio, por la inclusión de conservantes.
Es un plato beneficioso para quienes padecen hipertensión o tienen exceso de colesterol, pero desaconsejable para algunas patologías como la diabetes, por la elevada concentración de azúcares.
 
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