Con el lema “La comida no se tira” la ONGD sin ánimo de lucro Proyde/Proega ha puesto en marcha una campaña para promover un consumo responsable de alimentos, en línea con la estrategia “Más alimento, menos desperdicio” del Ministerio de Agricultura.
El desperdicio de alimentos puede afectar a diversos grupos de alimentos y puntos de la cadena alimentaria, por ejemplo:
Frutas y verduras: El mercado actual demanda frutas y verduras con un aspecto (tamaño, forma, color) impecable, por lo que aquellos vegetales que no cumplen estos cánones son desechados (esto puede suponer un 15-20% de la producción de los agricultores), aunque sean perfectamente comestibles y con un valor nutritivo y organoléptico óptimos. Algunos datos indican que el 45% de las frutas producidas cada año no llegan a consumirse.
Carnes: La producción de una kilo de carne es más caro (también medioambientalmente) que producir un kilo de otros alimentos como arroz o cereales. Según la revista Public Health Nutrition, para producir un kilo de proteína vegetal (por ejemplo, de alubias) se requiere aproximadamente 18 veces menos tierra, 10 veces menos agua, 9 veces menos combustible, 12 veces menos fertilizantes y 10 veces menos pesticidas que producir un kg de proteína a partir de carne por ejemplo, de vacuno, generando de 5 a 6 veces menos de residuos (estiércol)
En general, las raciones que consumimos de carne (y otros productos, como grasas, alimentos superfluos, precocinados…) están por encima de lo recomendado para llevar una alimentación saludable. No se trata de dejar de comer carne o productos animales, sino moderar las raciones y complementarlas con productos de origen vegetal (como cereales , legumbres, verduras…). El medio ambiente, nuestro bolsillo y nuestra salud lo agradecerán.
En el caso de los pescados, parte del pescado capturado (hasta el 35% de la pesca mundial) se descarta por no tener valor comercial.
Cereales: Se calcula que, de los cereales producidos en el mundo, sólo un 40% va destinado al consumo humano. (Por ejemplo, la producción de biocombustible o la alimentación de ganado para producción de carne)
Aunque pensemos que el desperdicio de alimentos es una cuestión del sector primario o de la Industria Alimentaria o de empresas relacionadas con la alimentación colectiva, según los datos facilitados por las organizaciones anteriormente mencionadas en esta campaña, en España se desperdician al año unos 7,7 millones de toneladas al año, de las cuales, se calcula que un 40% provienen directamente de los hogares. Esto supone unos 76 kilos de comida desperdiciada por hogar y año.
Es decir, que a nivel individual podemos poner mucho de nuestra parte para evitar que la comida termine en la basura, a través de un consumo responsable.
Por ejemplo, comprar en base a lo que necesitamos, llevando una lista de la compra cerrada, para evitar comprar de forma impulsiva (generalmente productos superfluos, productos que no necesitamos, ofertas tentadoras que luego a la larga no lo son tanto… ), organizar nuestra despensa y nuestra nevera teniendo en cuenta las fechas de caducidad o consumo preferente y elaborar la comida que vayamos a consumir, sin excesos exagerados, evitará que comamos más de la cuenta y generemos sobras que probablemente acaben en la basura.
Un consumo responsable nos ayudará a no comer en exceso y a reducir el impacto ambiental, ya que tirar un alimento supone desperdiciar los recursos naturales que se han utilizado para producirlo.
 
Laura González
Dietista de Gastronomía Baska
 
 
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