La gelatina es un postre fresco y ligero, muy recomendable para las altas temperaturas del verano. Su suave textura y sus variados colores y sabores hacen de la gelatina un dulce muy apetecible, sobre todo para los niños.
Esta sustancia, de origen animal, se obtiene del colágeno, proteína que se encuentra en las pieles, huesos y otros tejidos. Se toma tal cual tras reconstituirlo con agua, destacando en su composición nutricional las proteínas, de bajo valor biológico.
Aunque se tiene noticia de su existencia desde la Antigüedad, fue el francés Papín quien descubrió en 1682 una ingeniosa forma de cocinar huesos de animales y transformarlos en una sustancia viscosa. Se comenzó a consumir en el siglo XVIII, aunque sólo en las mesas principales. Se popularizó durante el siglo siguiente y en 1887 se creo la gelatina saborizada.
En ningún caso puede sustituir a la fruta por su escaso valor nutritivo y calórico, pero el agua que se necesita para elaborarla se puede reemplazar por leche, yogur, cremas batidos o zumos  o incluso añadir trozos de fruta para incrementar su valor alimenticio. La gelatina es muy empleada en la elaboración de algunas recetas, principalmente en la repostería, como tartas, helados, sorbetes, mousse….
Son muy aconsejables para niños y para personas mayores con problemas de deglución porque es una forma de hidratarse, algo importante en estas edades.
 
 
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