Alimentos contra la tos
Los científicos suministraron capsaicina, un estimulante para la tos a base de pimienta, a diez voluntarios sanos y no fumadores. Luego compararon la reacción de los que tomaron teobromina, los que bebieron un placebo -el cual no debería tener efecto alguno- y los que fueron tratados con codeína, un ingrediente común en los remedios para la tos.La teobromina resultó ser el tratamiento más efectivo.Los expertos dicen que serán necesarias más pruebas sobre los efectos del nuevo medicamento, especialmente para la tos persistente y los resfriados o gripe. Para algunos médicos, aún no está claro si la teobromina puede suprimir la tos o limpiar la mucosidad de los pulmones.Esta investigación se suma a otras que han encontrado las bondades del chocolate para la salud. Investigadores holandeses revelaron recientemente en la publicación médica The Lancet que el chocolate tiene un químico llamado catechina el cual ayuda a la prevención del cáncer y las enfermedades del corazón.
Jarabe de cebolla
Es antiquísima la práctica de colocar una cebolla en la cabecera de la cama para aliviar las molestias de la tos. Resulta sorprendente comprobar, como la tos desaparece prácticamente en su totalidad al día siguiente. Sin embargo, existe otro remedio también muy eficaz que consiste en elaborar un jarabe de cebolla. Vierta una cebolla de tamaño medio, bien troceada, en un litro de agua hervida y déjela durante 3-5 minutos. A continuación cuele la mezcla y moje un paño limpio o unas gasas en el líquido resultante. Aplíquelas sobre el pecho hasta que se enfríen. Con ello ayudará a que se dilaten los bronquios y se eliminen las secreciones que se han acumulado forzando la tos.
Es antioxidante y anticancerígeno. Media cebolla cruda al día previene los coágulos, combate el asma, la bronquitis crónica, la diabetes y la arterioesclerosis, su aroma está probado contra la tos nocturna de los niños.
Es el más antiguo medicamento natural que se conoce, se tiene constancia de su utilización por los galenos de Mesopotamia.
Frutas y verduras
Acelgas y espinacas, alcachofas, calabaza, col (berza o repollo), coliflor o pella, coles de Bruselas, champiñones, guisantes y habas, judías verdes, puerros, cardo, remolacha, rábano, lechuga de hoja de roble, berros¿ son verduras de invierno. Durante estos meses, pocas personas se librarán de dolencias respiratorias, como un resfriado o una bronquitis. La tos es el síntoma más común de las tan frecuentes como indeseadas enfermedades del aparato respiratorio. Hemos de aprovechar que tenemos a nuestra disposición vegetales de temporada con propiedades muy útiles ante estas afecciones tan molestas. Por ejemplo, las hortalizas aliáceas (cebolla, ajo, puerro¿) tienen propiedades mucolíticas y antisépticas: ablandan la mucosidad, favorecen la expulsión de moco y actúan contra los gérmenes (bacterias o virus) causantes o agravantes de la afección. La inhalación de la esencia que desprende una cebolla o cualquier otra hortaliza aliácea ayuda a eliminar la mucosidad e incluso puede aliviar la tos.
Los compuestos azufrados que forman el aceite esencial de estos alimentos pasan rápidamente a la sangre nada más llegar al estómago y se eliminan enseguida por los pulmones. Esto hace que a los pocos minutos de haber comido cebolla o ajo, el aliento adquiera ese olor tan característico. Esos compuestos azufrados ejercen una acción antiespasmódica, mucolítica (facilitan la eliminación de la mucosidad) y antibiótica. Por tanto, las afecciones de las vías respiratorias (sinusitis, bronquitis, neumonía) mejoran con el consumo de estos alimentos, preferiblemente crudos o muy poco hervidos. La borraja suaviza y desinflama las mucosas respiratorias. Esta verdura, tanmbién invernal, contiene mucílagos de acción emoliente (suavizante). Hervida con su caldo, resulta beneficiosa para las afecciones respiratorias.
El déficit de vitamina C reduce la resistencia a las infecciones, lo que puede comprometer nuestra salud durante días o semanas. Las verduras de la familia de las coles son las más ricas en vitamina C y ácido cítrico, que potencia la acción beneficiosa de esta vitamina. Igualmente, se consideran fuente importante de antioxidantes naturales: antocianinas (color morado), beta-carotenos (color amarillo-anaranjado-rojizo, enmascarado por la clorofila) y compuestos sulfurosos. Las investigación más puntera indica la capacidad de estas sustancias para impedir el desarrollo de tumores, aunque todavía no hay consenso científico y queda mucho terreno para estudiar. La riqueza en azufre de estas verduras promueve que se formen esos compuestos azufrados relacionados con el olor tan particular que desprenden durante la cocción.
Por otra parte, nuestro organismo necesita vitamina A para mantener en buen estado la piel y las mucosas (entre ellas, las que recubren el interior de los bronquios) y reducir el riesgo de afecciones respiratorias. La zanahoria es el alimento más abundante en betacaroteno, antioxidante que en el intestino acaba transformándose en vitamina A a medida que el organismo la necesita. Las hojas del nabo, los grelos, además de su riqueza en folatos, vitamina C y vitamina E, contienen betacarotenos en importante cantidad. Las verduras de hoja de temporada (acelga, espinacas, endivia, borraja) son ricas en folatos y fibra y aportan asimismo beta-carotenos (el color naranja está enmascarado en estas verduras por el pigmento clorofila) y vitamina C (salvo la endibia). Al igual que en el resto de verduras, las hojas más externas son las más vitaminadas. El betacaroteno o provitamina-A no se destruye con el calor, por lo que esta sustancia no se ve disminuida con la cocción de los alimentos. Con un consumo abundante de estas verduras mejoraremos el estado de la mucosa bronquial y aliviaremos la tos.
Kiwi, limón, mandarina, naranja, pomelo, frutas tropicales (papaya, chirimoya, piña¿), frutas desecadas (higos, dátiles¿) son frutas de esta temporada que conviene consumir para proveernos de vitaminas. De hecho, la abundancia vitamínica es una de las principales señas de identidad de cualquier fruta, si bien unas contienen vitaminas que apenas aparecen en otras.
Todas las frutas de invierno son muy ricas en ácido ascórbico o vitamina C. Los cítricos constituyen la primera fuente de esta vitamina, a excepción de la guayaba y el kiwi que concentran la mayor cantidad de este nutriente. También contienen ácidos orgánicos como el cítrico, que les confieren sabores ligeramente ácidos. Este último potencia la acción de la vitamina C.
Además de la vitamina C, en las frutas de invierno destaca el elevado contenido en carotenoides, pigmentos vegetales con capacidad antioxidante. En estas frutas abunda también la fibra, mayoritariamente soluble: pectina y mucílagos. En los cítricos, la fibra (pectina) se concentra en la parte blanca que cubre la pulpa, que no hay por qué desechar. El color de naranjas, mandarinas y pomelos lo aporta el beta-caroteno, del que aprovechamos sus propiedades beneficiosas. El valor energético de las frutas de invierno viene determinado por el contenido en hidratos de carbono simples (glucosa, sacarosa y, principalmente, fructosa). La proporción es distinta según las especies, registrándose variaciones importantes dentro de la misma especie. Las más ricas en azúcares son las frutas desecadas (dátiles, higos secos¿), seguidas de las tropicales: chirimoya, níspero maduro, caqui, mango y piña tropical.
La mejor forma de aprovechar las cualidades nutritivas de cualquier fruta es consumiéndola cruda. Conviene no excederse en el pelado, ya que la parte más externa, justo debajo de la piel, es la que concentra mayor cantidad de vitaminas. Si opta por tomarla con piel, no olvide lavarla para eliminar los posibles restos de pesticidas y otros contaminantes que pudieran hallarse concentrados en la piel. Trocear la fruta supone poner mayor superficie del alimentos en contacto con el oxígeno, por lo que la pérdida de vitaminas por oxidación es mayor. Por tanto, lo más recomendable es partirla justo en el momento en que se vaya a consumir. Ocurre lo mismo con los batidos y purés: si queremos conseguir todo su aporte vitamínico hemos de consumirlos inmediatamente después de elaborarlos.
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