Una imagen vale más que mil palabras. En la web de la BBC encontramos esta, realmente escalofriante: el desperdicio alimentario mundial en 2019 equivalió a 23 millones de camiones de 40 toneladas completamente cargados de alimentos, suficientes para dar siete veces la vuelta a la Tierra. El 61% de ese desperdicio se produce en el ámbito doméstico.

Otra equivalencia: los alimentos que no se consumen son la causa de entre el 8% y el 10% de las emisiones de efecto invernadero. Si se piensa en la huella de carbono del ciclo de esos alimentos destinados a desperdicio y en la huella hídrica, nos asomamos al abismo del daño ambiental causado.

En términos de sostenibilidad, un kg de pollo genera a lo largo de todo su ciclo 3 kilogramos de CO2 y precisa de 3.900 litros de agua; un yogur, 222 gramos de CO2 y 26 litros de agua; un huevo, 114 gramos de CO2 y 208 litros de agua.

Para entender el concepto de ciclo de vida de un alimento, pensaremos en su extracción, producción, envasado, transporte, consumo y gestión de residuos. Los alimentos son la causa del 70% de la huella hídrica mundial.

Reducir el desperdicio es sólo una parte de una alimentación responsable. Conviene verificar el origen de los alimentos escogiendo los de proximidad; hay que elegir alimentos de temporada; si se puede, es preferible elegir alimentos ecológicos; se debe reducir el desperdicio, para ello es importante gestionar bien tanto la temperatura de la nevera (cinco grados) como la caducidad de los alimentos, recordando que se pueden congelar la mayoría de los alimentos que estén a punto de caducar.

 

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Fuente: BBC News sobre un artículo en “La Conversación” de D. Gumersindo Feijoo Costa

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