La ciruela, conocida ya en la Antigüedad, se comenzó a cultivar en la zona del Cáucaso, Persia y Anatolia. La ciruela es el fruto del ciruelo, árbol propio de las zonas templadas. Aunque en España se cultiva sobre todo en la zona mediterránea, Andalucía y Aragón, también se da en otras regiones como La Rioja y País Vasco (donde se denomina okarana al árbol y aran a la fruta).
Se pueden encontrar todo el año pero las variedades de primavera se recolectan de junio a septiembre.
Con un hueso leñoso y aplastado en el interior, se caracteriza por un sabor dulce, delicioso al paladar.
Una vez maduras se recomienda guardarlas en el frigorífico porque se estropean rápidamente (2, 3 días). Se aconseja también comprarlas verdes y dejarlas madurar a temperatura ambiente.
Es más saludable comerlas con piel para que sean mas nutritivas y laxantes, lavándolas previamente.
La ciruela tiene un gran número de variedades (más de 300), con diferentes tamaños, colores (amarillas, rojas, negras, verdes-Claudia-), formas y sabores.
Ofrecen múltiples posibilidades culinarias, utilizándose para elaborar mermeladas, licores, confituras, jaleas, compotas, tartas, helados, guarniciones. También hay que reseñar que, una vez desecadas, son un tradicional dulce navideño.
De gran valor alimenticio, se componen principalmente de agua, 80%, azúcares, hidratos de carbono, vitaminas A, y en menor proporción, B y C, antioxidante. Entre los minerales presentes en su composición destacan el potasio, el hierro y el calcio.
Además de aportar variados y valiosos nutrientes, la fibra es una de sus principales virtudes. Por esta razón es un alimento muy recomendado como laxante para mejorar el tránsito intestinal.
 
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